Una nueva disputa pone bajo la lupa el futuro de los eventos de música electrónica en uno de los lugares más emblemáticos del planeta: las pirámides de Giza.
El Centro Egipcio para los Derechos Económicos y Sociales (ECESR) presentó una demanda legal con el objetivo de detener los raves y festivales que se celebran en el complejo arqueológico, argumentando que las vibraciones del sonido, las luces láser y las instalaciones técnicas podrían dañar las estructuras milenarias del sitio.
La queja, presentada por la egiptóloga Monica Hanna junto con otros demandantes, está dirigida contra el Ministerio de Turismo, el Consejo Supremo de Antigüedades y el gobernador de Giza. En ella se alega que los sistemas de sonido utilizados durante los eventos “tienen la capacidad de desestabilizar las antiguas estructuras de piedra”, mientras que los equipos de iluminación “no cumplen con los estándares internacionales para sitios patrimoniales”.
En los últimos años, las pirámides de Giza se han convertido en un nuevo punto de encuentro para la escena electrónica global. Lo que comenzó como una apuesta turística se transformó en una tendencia que mezcla música, cultura y patrimonio histórico.
Eventos de gran formato como las presentaciones de Carl Cox, Adriatique, Keinemusik, Artbat, Boris Brejcha, Zamna Festival y más recientemente Anyma, han reunido a miles de asistentes en el desierto egipcio. Estas experiencias inmersivas, con producción audiovisual de alto nivel, han dado la vuelta al mundo en redes sociales, posicionando a Egipto como uno de los escenarios más espectaculares —y polémicos— de la música electrónica contemporánea.
La demanda llega poco después del show de Anyma el pasado 10 de octubre, una presentación que causó furor por sus visuales 3D y su despliegue tecnológico frente a las pirámides. Para muchos, fue una postal del futuro; para otros, una señal de alarma sobre los límites entre el arte y la preservación cultural.
Egipto ha promovido en los últimos años la realización de eventos culturales y musicales en sitios arqueológicos, buscando atraer turismo y proyectar una imagen moderna del país. Pero la iniciativa ha dividido opiniones: mientras algunos celebran la unión entre historia y música, otros consideran que los monumentos no deberían convertirse en escenarios para el entretenimiento masivo.
El ECESR fundamenta su acción en la Ley de Protección de Antigüedades de 1983 y en los compromisos asumidos por Egipto ante la UNESCO. El organismo pide que se apliquen regulaciones más estrictas que impidan cualquier tipo de actividad que pueda afectar el entorno arqueológico.
El caso abre un debate global sobre el papel de los festivales en espacios patrimoniales. ¿Es posible celebrar la cultura electrónica sin poner en riesgo la historia? ¿O la espectacularidad visual y sonora tiene un límite cuando se trata de sitios milenarios?
Mientras el tribunal egipcio evalúa la demanda, el tema continúa generando conversación en la escena internacional. Lo que está en juego va más allá de un solo evento: podría marcar un precedente sobre cómo la industria de la música electrónica se relaciona con los lugares históricos del mundo.